La india, es un planeta de colores y emociones, el espíritu se exalta y avanza en permanente transfiguración, entre bocinazos, entre transacciones comerciales y muchedumbres que alcanzan a más de mil millones de almas. No es fácil estar allá, cada paso y cada instante están cargados de tanta potencia que es imposible pasar por alto a los detalles y el total, la música encarnada en cada esquina, sobre todo en los pueblos rurales, acompaña al transeúnte, que navega encantado y alerta por callejuelas que suben, bajan y finalmente conducen a templos, palacios, fortalezas y espacios de belleza asombrosa, por el camino se cruzan caravanas de camellos, elefantes, mujeres cargando leña, niños conduciendo el ganado, hombres desplazándose, masa humanas avanzando por el territorio. La gente ama la fotografía, se acercan a la cámara sin temor, agradecen ser elegidos, te siguen con la mirada en contacto espiritual directo con cada persona. El color hiere como aguja aguda: los sarees, los pigmentos, los textos de las paredes, las puertas, todo está impregnado de color y luz perfectos, el calor también es un ingrediente que sazona estos alimentos visuales. Esta primera entrega corresponde a tomas efectuadas en la provincia de Rajastán desértico y otras en Tamil Nadú, de templos y rituales, de Tzunami y sacrificios. La concepción de orden, de vida y muerte son absolutamente diversos a los nuestros, a veces choca a tal punto que sólo se piensa en arrancar puerilmente, pero una vez estando acá sólo pienso en volver y pronto.
