15 noviembre 2007



H: Parece que las nubes tientan, son como los fantasmas, por más que se le disparan no mueren...

W: Sí mueren, es que hay que dispararles pa´bajo.


H: Ellas mueren al disparar lágrimas hacia abajo...














ANGELES AUSTRALIS

El día que visité el cementerio de Punta Arenas, estuve buscando a mi abuelo.
No sé por qué pensaba estaba enterrado ahí.
Leí muchas lápidas, descubrí detalles hogareños con fotos y juguetes, otras majestuosas y sobrias, incluso algunos palacios de potentados estancieros y personalidades destacadas de la época de gloria económica.
El nombre de mi abuelo no aparecía.
Apliqué especial cuidado en la observación de las tumbas abandonadas casi desapareciendo el tiempo y precisamente un detalle sobre el tiempo apareció: la hora fatal, ese momento del dolor de la partida de la desconexión. Estaba sorprendido porque era como si la cercanía al polo generara un nuevo fenómeno sobre la percepción del tiempo, porque se estaba en el límite, donde se congelan los segundos, sólo quedan el horizonte como soporte, las nubes y de entre ellos los ángeles custodios. Las nubes y las actitudes de los ángeles me templaron, el silencio se conjugó con el frío y entendí que mi abuelo me acompañaba, estábamos dialogando en esa caminata por su ciudad.