23 febrero 2007

Karnak

19 febrero 2007

piramide de Meidum

Luxor

A casi dos semanas de haber llegado a estas tierras se amontonan los recuerdos recientes y se confunden, como una bóveda con restos de templos milenarios, con trozos de figuras talladas en piedra de relieves precisos y sin embargo incompletos.
Al dejar El Cairo y eludiendo todo tipo de trampas difícilmente franqueables, como el mal humor y el timo de los taxistas, he logrado desplazarme a lugares míticos como Alejandría, escabulléndome por entre la gente con el beneficio de mi apariencia egipcia, sin embargo el nulo vocabulario árabe rápidamente me deja al descubierto, en la más cruda destemplanza. El viaje a Luxor dura 10 horas y esperaba que por ese boleto de 3500 pesos en segunda clase, tendría un padecimiento similar al viaje de Cuzco a Macchu Picchu, sin embargo me encontré con un tren arqueológico, antropológico, viajando con personas normales, del lugar, hablando fuerte y con sus ring tones de celular con exóticos sonidos arabescos. El chai y los panecillos, deliciosos, se puede fumar en cualquier parte, se abren las puertas, es como el viaje de antaño por Chile, con sabor a libertad. La llegada a Luxor y la estadía acá han sido un encuentro con el pasado y el crudo presente, de cómo la ciudad ha devorado el gran Templo de Ramses, pero ante todo la experiencia espacial de estar de cuerpo presente en Karnak, o en el Templo de Dendera, en el valle de los reyes, frente a los colosos de Memnón, ascendiendo por las rampas del templo de Hatshepsut y llegando a tocar la cordillera Libia con sus grietas verticales que semejan dioses abstractos, deja claro que la observación de la naturaleza engendró en el espíritu egipcio la conformación de sus lugares sagrados y su forma de diseñarlos. Todo es ciclópeo y margnifiscente, sólo las hordas de turistas irrespetuosos empañan levemente tanta belleza. Hay en cada pared, en cada cm2 una luz especial y sobre todo impactante, los claroscuros, gradualidades, contrastes, destellos, dejan claro que los antiguos constructores hicieron sus cálculos y trabajaron a escalas que no corresponden a seres humanos sino a titanes o Atlantes como se le denomina a Osiris, quien está míticamente enterrado en el Osireión de Abidos en una inmensa tumba donde, se supone, su macabro hermano Seth dejó parte de su cuerpo al destrozarlo y desperdigarlo a lo largo largo Nilo.
La religión judeo cristiana, fundada en el incesto, probablemente obtuvo la herencia de la teología egipcia basada en el mito de Horus, quien fue concebido póstumamente por Isis, hermana y esposa de Osiris, y que tenía como objetivo, vengar la muerte de su padre. Al sostener una lucha con su tio Seth, este le arrancó un ojo, el que habría rodado por el cielo transformándose en el sol, algo parecido al inicio del movimiento eterno Indú. De aquí toda orientación espacial y desde aquí toda esta maravilla ha sido posible. Caminando por Karnak, pensaba que para desarrollar un trabajo tan arduo como tallar las ideas en la piedra hay que tenerlas muy claras, ya que no es posible borrar, se eterniza el concepto, sin embargo las postreras teologías que aquí arribaron como los Hicsos, Coptos, griegos y Romanos, dedicaron rigurosos esfuerzos en martillar cada rostro esculpido, cada pared de los más importantes templos y desfigurar los más finos y deliciosos jeroglíficos, para eliminar esas claridades conceptuales, otros lugares magníficos están quemados y las pinturas y estucos absolutamente destruidos, pero no ha sido posible para estos bárbaros, así como para esta enfermedad contemporánea que es el turismo, destruir la esencia de los lugares, los espacios y la luz, esos valores están intactos y apuñalan los ojos, la emoción y toda percepción humana posible.
Mañana continúo hacia Nubia, Aswán, ahí encontraré el más magnífico de los templos: el Gran Abu Simbel, que ya no está más en su lugar de origen y que para saber de su antigua conformación y emplazamiento sólo puedo reproducirlo recurriendo a algunas imágenes heredadas del gran Ilustrador inglés David Roberts y de los textos y fotos del maestro Juan Marín que me acompaña en este viaje de más de 5 mil años por la historia egipcia.

Luxor 19 de febrero de 2007

08 febrero 2007

El Cairo, Al Qahira La Victoriosa

/ش حشقفهيش يثسيث ٍشىفهشلخ غ مش ممثلشيش ش ُم }شهقخو ؤخةخ عى فخقلاثممهىخ يث ثةخؤهخىثسو حشسشىيخ ؤخىفهىثىفثس ؤقعئشىيخ خؤثشىخس اخغ ؤخةهثىئش ثم رهشتث غ ثسفش فخيخ ثسحثقشىيخ

Atravezar America desde Santiago a Baires volando hasta Recife y Fortaleza y luego despegar de esa punta del continente para llegar al norte de Dakar, Tenerife, Marrakech, Murcia y finalmente Milan. Alli otra atmosfera otro idioma y otros aromas a seres humanos. En el avion junto a mi, venia una segnora argentina angustiada porque no sabia si podria ingresar a ese universo burocratico llamado comunidad europea, vive en Kork, Irlanda y su esposo la esperaba, ambos angustiados porque se vencia la visa de residencia. Le dije que no se preocupara que todo saldria bien, al menos en Milan, y asi fue, no hubo problema alguno, luego nos despedimos y me quede con su alivio, el mismo de la conclusion de la pelicula Babel que habiamos comentado en algun momento del vuelo.
Luego vueltas por ese aeropuerto sobrio y cosmopolita, caro, no gaste ni un euro, casi bordeando lo ridiculo, maletines de cuero, corbatas de seda a precios absurdos definitivamente algo anda mal por alla. El vuelo a El Cairo una delicia aunque el cansancio ya no me mantenia lucido. Entre suegnos vi cuando dejamos la punta de la bota y se asomaba Creta y otras islas, el gran Mediterraneo y finalmente tocamos Africa, el sol calcinando con sus brillos damasquinados los surgos y marismas del Delta y el Nilo serpenteando como una cobra en un debate de nubes. A punto de aterrizar vislumbre en hilera perfecta el complejo de Giza, y mas atras Dashur, Sakkara, y la felicidad comenzo a trepar por la piel. Luego un giro y la ciudad con su Isla Elefanta, edificios esbeltos y barrios abigarrados en orden arabe. El aterrizaje y la bienvenida de Mr. Mohamet Ali quien como un Joschi de India me condujo a este hogar que es el Isis, una torre decadente y alta desde donde veo este Santiago de Egipto, su caos, sus rumores y oraciones a ese gran dios que es Ala. Mientras escribo, los encargados extienden sus tapetes y oran. Bienvenidos a Al Qahira, La Victoriosa.